Los objetivos del evento determinan qué queremos conseguir y
para qué. Hablamos de la finalidad por la cual vamos a organizar el evento. Antes de empezar a armar el evento, debemos especificar y describir los objetivos.
Estos han de ser reales, alcanzables,
concretos y evaluables. Para una mayor precisión es necesario
cuantificarlos (a través de la dimensión del evento, el número de invitados, el
presupuesto con el que contamos, etc.). Han de respetar el presupuesto y los recursos disponibles, así
como ser realistas con el tiempo disponible para la organización del evento.
Cómo sucede en cualquier proyecto, debe haber objetivos
generales y objetivos específicos. Los objetivos generales señalan el fin
último del evento y responden a los motivos por los cuáles hemos decidido
organizarlo (aumentar las ventas, transmitir conocimiento, posicionar una
marca…). Los objetivos específicos indican qué se pretende alcanzar en cada
área del evento; es más fácil medirlos y cuantificarlos.
Durante la etapa de establecimiento de los objetivos debemos
definir la filosofía y mensajes que se quieren transmitir, ya que van a ser el
hilo conductor en la fase de planificación. En este sentido, es importante que
toda acción que realicemos esté directamente orientada a la consecución de
estos objetivos: no nos podemos desviar, ya que son la columna vertebral de
todo evento.
Obviamente, cada tipo de evento tendrá unos objetivos
diferentes:
- Objetivos comunicacionales (posicionamiento de una marca)
- Objetivos comerciales (incremento de las ventas)
- Objetivos sociales (celebración de un hecho)
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